18 may 2009

MELODÍA


Cuando voy caminando por la calle viendo como todo se torna más oscuro a cada paso, más y más hasta que todo se convierte en una total y absoluta nada sin sentido ni forma, es que comienzo a preguntarme, ¿cómo pudo cambiar todo tan deprisa? Las sonrisas se convirtieron en lágrimas, los fuertes rayos del sol mutaron en lluvia, la calidez de un abrazo se torno en un frio y desnudo abandono, y los ojos del mundo fueron cerrados para nunca volver a abrirse. Ya no me interesa nada, nada en lo absoluto, nada es tentador, nada es simplemente todo lo que me queda, ya no entiendo nada, y para ser sincero, no quiero volver a entender, así es como he de continuar, sin saber porque.

El aire está viciado, como si hubiera renunciado a su deber de llenar nuestros pulmones. Puedo escuchar un ritmo en el aire, como si fuera música.
Día a día oigo ese canto, me devuelve por unos segundos toda la energía, la vida, que me ha sido quitada, pero aún así sigo siendo incapaz de poder rastrear el origen de esa melodía.
Luego de un tiempo de oír tan sutil armonía, decidí buscarla con todo mi empeño, mi vida de ser necesario.
Las calles se encuentran tan vacías como mis esperanzas, y el cielo gris se confunde con el paisaje desolado.
El viento es cortado por las filosas ramas de los arboles, y así producir un silbido que acompaña la melodía que persigo, como si así estuviera diseñado, como si el viento se hubiera enamorado de esa canción tanto como yo.
Mis pies me llevan a donde mis oídos les ordenan, tan cerca, pero distante, aún inalcanzable.

De repente un escalofríos recorre mi espalda, la canción se detuvo.
Un segundo escalofríos me visita, me siento observado, lentamente volteo, y ahí estaba ella.
Con su cabello negro, y esos hermosos ojos, sin decir palabra, simplemente estaba ahí, y yo también.
Era ella, después de todo, la que cantaba, la que fue capaz de devolverme todo lo que me había sido quitado, era ella quién esperó a que yo la descubriera, a que la buscara y la encontrara.
Ella pudo notar que yo no podía articular palabra, me dedicó una dulce sonrisa, sonrisa que le devolvió color a todo a mi alrededor y pudo calmar mis nervios, y así es como finalmente pude preguntarle ¿Quién eres?
Pude notar que sus mejillas sonrojaron lentamente, mientras al mismo tiempo comenzaba a decir
-Yo soy…
-No digas nada. La interrumpí
-Sé quién eres… eres la melodía que me hacía falta escuchar, para poder abrir mis ojos una vez más.
Y así sin más, nos tomamos de la mano, y empezamos a recorrer ese nuevo mundo que había nacido, ese mundo que había sido creado a partir de sonidos, ese mundo que ella preparo para mi, y yo no había podido ver, porque fui ciego, porque no quería ver, porque no quería creer.